Y así, como cualquier objeto caído al suelo por un descuido, así cae el alma de cualquier soldado en la guerra de la vida. Porque debemos recordar, que después de todo, todos somos guerreros en contra de la rutina, la infelicidad y otras paranoias de las cuales no puedo acordarme bien. Puesto que la mayor parte de mi tiempo me la he pasado pensando en este dolor que llevo por dentro. Que solo sirve para recordarme que sigo viva, día a día.
Y aún así, pienso. No es tan difícil ser feliz. Con cualquier tontería nos entretenemos, con cualquier estupidez saciamos nuestra hambre de éxito.
Entramos en una guerra de forma obligada, donde nuestras únicas armas son: confiar en los que te rodean, y una sonrisa a prueba de balas.
Y aún así falta el típico cartel de: "Bienvenido a la vida, suerte en tu camino". Qué irónico...
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