Ahora es cuando viene el aire suplicante. Las excusas y los perdones. Cuando todo parece haber perdido su peso, aunque hayamos deseado incluso morir.
Y ahora, es cuando me encuentro en el borde del precipicio y tu voz me grita que no salte. Me suplicas que de un paso atrás, que vuelva contigo. Pero creo que todavía no te diste cuenta de lo mucho que me dañó a mí esta situación. Tanto que ya me da igual no tener las agallas suficientes, solo me conformaré con arrojarme a este vacío, a este silencio que no cesa, a esta irremediable lucha entre mi alma y mis ganas de vivir.
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