Aún puedo contemplar sus ojos brillando en la oscuridad. Recuerdo cada movimiento y cada gesto. Pero poco a poco voy olvidando la sensación de tocar su pelo, de sentir sus abrazos, de estar junto a él.
Lo que un día parecía tan claro, ya no lo es. El tren se marchó con mi vida dentro. Aunque más que vida, parecía rutina.
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