No, no quiero que me coma a besos. No quiero que esté todo el día abrazándome sin soltarme. Porque he aprendido a valorar cada uno de sus gestos y sus miradas. Y sé que cada vez que necesite su ayuda, la tendré. Y que cuando el precipicio sea alto y yo caiga, él estará ahí para no dejar que eso ocurra.
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