lunes, 24 de enero de 2011

escuchar música.

Y escuchar palabras que te llenen el alma, que cuenten silenciosamente tu historia,
tramo por tramo. Sentir la canción como si se tratase de una parte de ti.
Dejarte llevar por el ritmo de la música que acompaña a las realidades de la letra.
Cerrar los ojos e imaginar un mundo nuevo, un mundo donde siempre haya un tu y yo,
un paraíso. Moldéalo, lo sientes, sientes que puedes tocarlo con tus manos, puedes
hacerlo a tu medida, a tu gusto, sin miedo de que nadie ponga pegas.
Emocionarse al notar que ese mundo se irá al garete cuando apages el mp3.
Pero siempre te queda la esperanza de volver a encenderlo, de rebobinar...

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