He perdido una y mil veces. Porque cada vez que sonaba
la campana y saltaba al ring, la vida me golpeaba con una
mano y se protegía con la otra, y yo, como una principiante absurda,
me quedaba parada, sangrando lágrimas de dolor por los ojos, escupiendo
tristeza por la boca, y cayéndome al suelo muerta de asco.
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