Con lo pequeños que somos y prometemos cambiar el mundo.
Un día te levantas con las ganas de hacer todo bien, de cambiar el mundo, pero al cabo del día te das cuenta de que es el mundo el que te cambia a ti. Por muchas ganas que tengas de ser feliz por un día, los instantes, los momentos, cambian tus ideas y tus pareceres. Destrozan las ilusiones y las convierten en sueños, y claro, los sueños, sueños son. Pero somos tan ingratos de rendirnos a la primera de cambio. Si tuviésemos el espíritu bien fortalecido, no habría tormenta que nos parara. No habría océano tan grande como nuestros sueños e ilusiones. Aunque, si esto ocurriera, muchos cambiarían el mundo para mal (ya que hay gente tan hipócrita e interesada).
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